jueves, 28 de octubre de 2010

miércoles, 27 de octubre de 2010

martes, 12 de octubre de 2010

Halo

Si en algo se a caracterizado la saga de Halo, es por dos cosas una la calidad de los juegos que ha sacado, tanto en lo referente a multiplayer como a campaña en solitario, y otra... la brillatez de los trailers que ha ido sacando a lo largo de estos años.

He aqui un claro ejemplo de...


Halo Reaach:



Halo3 Odst:


Halo Wars:


Halo 3:


Halo 2:


Halo:

Relato -001-

Cuando las estrellas deciden asomarse es hora de que los hombres duerman, y a medida que avanza el nocturno manto a lo largo de las llanuras de Rokugan, los hombres, poco a poco, se van uniendo al mundo de lo onírico en busca de un merecido descanso.

Pero unos pocos son los que permanecen despiertos durante la noche, bien sea por que su trabajo lo requiere, por que es el único momento en el que pueden trabajar, o por que los kamis susurran palabras de desasosiego que les produce una profunda intranquilidad.

En lo alto de la magistratura,una vela permanece encendida, iluminando con su calidez la estancia, y dejando escapar unos pequeños rayos de su luz por el gran ventanal abierto, donde apaciblemente en el alfeice dormía un joven halcón.

Frente al escritorio un hombre se mostraba dubitativo, miraba una y otra vez los diversos mapas que había extendido encima de la mesa y mentalmente realizaba anotaciones para intentar organizar sus pensamientos.

-¿Aun estas despierto?- dijo una voz a sus espaldas.

Al girarse alli estaba ella, con un hermoso quimono celeste, que se dejaba caer grácilmente por cada una de las sugerentes curvas que formaban la mujer. Su pelo recogido en una trenza descansaba plácidamente sobre uno de sus hombros, no podía negar que su rostrono era como el de los kamis y que a pesar de que en la cortes había visto mujeres mucho mas hermosas, no era hermosa, grácil y sensual.

-Si, estaba pensando en como organizar todo.. hay.. demasiados cabos sueltos – dijo Doji Ying Jie volviéndose a los mapas.

-La gente duerme plácidamente en sus futones, deberías dejar que tu mente descansara también y fueran los sueños los que te despejaran la mente,para que las fortunas te indiquen de manera sabia como hay que actuar- le dijo su esposa mientras subía los últimos peldaños de la escalera a la habitación.

-Debería, pero no puedo… siento que no estoy haciendo un buen trabajo, yque mis antepasados esperan mas de mi, pero no se que es-

Calmadamente, la mujer puso suspies descalzos sobre la alfombra que cubría el suelo y deslizo sus pies hastaponerse al lado de su esposo, mirando todos los mapas y cartas que habíaextendidos en la mesa. Al llegar a su altura, le miro fijamente, estaba de piecon sus brazos cruzados, mirando fijamente aquel montón de papeles, colocándose frente a él le posos sus manos enel rostro y con gran delicadeza le quito sus anteojos gaijin que habían pasadode generación en generación en su familia como un nemunarei mas.

-¿Qué es lo que te aflige?- le pregunto, mientras dejaba los anteojos encima de la mesa.

-Nada- le respondió secamente.

-Jie-san, el deber de una esposa es el de compartir el camino de sumarido, y apaciguar las aflicciones de este, igual puedo ayudarte-

-Me preocupa que no sepa que hacer llegado el momento, que no contemoscon los suficientes hombres, que mi sobrino le pase algo, que esos jóvenes samuráisfallen debido a su inexperiencia… me preocupa fallar, no se como explicártelo,se que no lo vas a entender- dijo apartando con cuidado a su esposa.

Agachándose un poco coloco susbrazos a los lados de la mesa, volviendo a repasar todo lo que allí habíaextendido, su intuición le decía que algo se le escapaba pero no sabia que era.Tras él su esposa tenia un aspecto sombrío, apesadumbrado, pero tras inspirar profundamente cambio a un semblante alegre como el que siempre había mostrado.

-Cuando nos casamos, empezaste de cero y tras unos años mostrases tugran valía y has llegado a magistrado de la ciudad de los deseos, siempre supisteque hacer llegado en el momento adecuado… - dijo dándose la vuelta – tus ancestros están orgullosos de ti, y tushombres confían en ti, y su inexperiencia puede darles nuevas ideas . Por tusobrino, no te preocupes, es un joven cualificado, no le pasara nada, mañana partirácon el resto y volverá con un triunfo bajo el brazo… confía en él, confía enellos.

Ahora descansa y ya veras como mañana veras las cosas de otra manera-acercándose a él fue a acariciarle el rostro pero el magistrado se incorporo ydio un par de pasos en dirección a las escaleras separándose de ella.

-Tal vez tengas razón esposa, mañana será un nuevo día… diré a lossirvientes que preparen mi futon, hasta mañana-

Alejándose hacia las escaleras elmagistrado se despidió de su esposa, y bajando por las escaleras la dejo en la habitacióna solas, en soledad Natsumi no pudo reprimir algunas las lagrimas contenidas y estas recorrieron su dulce rostro. Secándoselas, se dirigió a la ventana y miroal exterior observando en silencio la ciudad que se extendía ante ella.

-Ojala, algún día vieras las cosas como yo las he llegado a ver, yentiendas que no solo hay que demostrar ser un hombre digno en el campo debatalla.- dijo asi en susurros mientras acariciaba el plumaje del halcón.

Volviendo la mirada al escritorio, Natsumi vio como los anteojos de su esposo aumentaron una zona del mapa, la regiónde las desapariciones, donde un grupo de hombres investigaría lo sucedido y a ser posible lo resolverían.

-Vigiladles, por favor- susurro a las fortunas – Cuidad de ellos como yo cuido de mi esposo,aunque no seáis correspondidas-

lunes, 11 de octubre de 2010

viernes, 8 de octubre de 2010

El aprendiz de samurai - relato 3-

Había pasado una semana desde que padre e hijo se abrazaran para sellar el primer paso en la madurez Samurai de Kan. La puesta en marcha de la creación de su guardia personal de Siete Samurais.
Estos siete días Kan se había pasado preguntando a todos sus amigos si querían convertirse en Samurais, pero solo uno, su más íntimo amigo Goku se había unido a él.
El pesar de Kan era profundo, el sabía que no había nada más maravilloso en este mundo que ser un Samurai, la exquisita habilidad, la pureza de espíritu y el desahogo económico que vivían era lo que todo el mundo buscaba alcanzar. Pero parecía que el joven aprendiz de Samurai no era capaz de convencer a nadie de que el suyo era el mejor camino para alcanzar esas metas.
Así que apesadumbrado decidió preguntar a su padre. En ese momento su padre tenía un enorme ejército de Samurais, todos perfectamente entrenados.
Un ejército capaz de trabajar en equipo como si de una sola persona se tratara.
Kan fue a ver a su padre Kazo y se encontró con que estaba hablando a todo su ejército.
Estos estaban en formación, por columnas de Siete. El número perfecto.

Eran cientos de samurais todos en perfecta formación. Sus limpias armaduras relucían frente al claro sol. En el mango de sus espadas katanas, envainadas en su cintura, lucían sus cargos y méritos. Adornos de oro, plata y diamantes lucían por doquier. Sus miradas seguras reflejaban una formación perfecta y años de experiencia acumulada.
La voz de su padre recorría las filas llenándolas de orgullo mientras cientos de miradas de respeto y admiración se dirigían al unísono hacia su general.
La voz cálida, grave y penetrante de su padre cesó y al unísono surgió un grito de victoria de la garganta de los Samurais.
Kazo se retiró mientras Aki, el primero de su guardia personal de Siete Samurais tomaba el mando de la reunión y dejaba que el viejo Samurai descansara.
En menos de un momento, Kan sintió la mano de su padre en su hombro, señal de que tenía que estar más alerta y ser más rápido. El día que él fuera capaz de poner su mano primero en el hombro de su padre, ese día sería todo un Samurai. Mientras tanto sólo era un aprendiz.

- Padre, he fallado! - pronunció por fin el jóven Samurai - no he podido crear mi guardia personal de Siete Samurais, no puedo alcanzar la fuerza del equipo. Sólo mi amigo Goku se ha unido a mí y se que sólo ha sido por amistad.
- Hijo, no has fallado - la mirada de Kazo comunicaba comprensión, el había pasado por lo mismo hace mucho tiempo - solo has empezado, y todavía te falta mucho por aprender.
- Si padre, pero yo he hablado con todos mis amigos, les he contado las maravillas que hacéis tu y tus Samurais, el espíritu de trabajo en equipo, el honor... todo! y sabes lo que he conseguido? - el rostro de Kan se enrojeció de vergüenza e ira - Me miran con cara extraña, me dicen que eso no es posible, ¡Que son cuentos e ilusiones de un crío! Pero yo sé que es verdad, lo he visto con mis propios ojos y hay cosas que ya se hacer. ¿Cómo puedo convencerles padre? ¿Cómo puedo hacer que se unan a mí?
Kan guardó silencio, su padre le miró y vió en sus ojos una mirada de fé absoluta.
Naturalmente Kazo, como padre suyo, podra hacer el trabajo por el, reclutar y adiestrar aí esos Siete Samurais, pero entonces su hijo no aprendería. No, debía ser el mismo quien lo hiciera, y el viejo Samurai debía enseñarle el camino a su hijo igual que con cada uno de los cientos de soldados Samurais que había formado durante todos estos años.

- Hijo, con cuantas personas has hablado?
- Con muchas padre. Quince, quizás veinte.
- Y de veinte personas has conseguido que una, Kazo, diera el primer paso para convertirse en Samurai?
- Si padre... pero me faltan seis.
- Pues has tenido éxito mi querido Kan, aun sin saber trabajar correctamente.
Acuérdate de la historia de los pescadores de ostras, Stauros para conseguir sus siete ostras con perla necesito pescar cien ostras. Así, para conseguir a tus Siete Samurais tendrás que hablar con más de cien personas.
- Son muchas padre... sin embargo lo haré, hoy mismo lo haré!
- No debes precipitarte hijo. Si hablases todos los días con tanta gente descuidarías tus obligaciones. Lo primero que debes hacer es organizarte. Fija un horario. Reparte tu tiempo a lo largo del día. Dedica unas horas a hablar a la gente sobre las ventajas de ser Samurai, otras a practicar tus habilidades, otras a adquirir habilidades nuevas, otras a enseñar lo que sabes a tu equipo y por último acuérdate de descansar para recuperar fuerzas. A última hora del día haz un balance del día. Analiza lo que has hecho y medita sobre como podías haberlo hecho mejor. Y lo más importante, el último día de la semana analiza todo lo que has hecho y busca los defectos o fallos que puedas encontrar en tus actos, tu forma de actuar y de pensar. Anótalos y haz un plan de acción para remediarlos la semana siguiente. El Samurai ha de intentar ser cada vez mejor!

- Si me fijo un horario
- dijo pensativo el hijo - podré actuar más eficientemente y me costará menos ponerme ha hacer las cosas, por que la propia fuerza de la costumbre me empujará ha hacer esa tarea. ¿No es así padre?
- Exacto hijo - El viejo Samurai estaba muy orgulloso de su hijo, con solo doce años ya era toda una promesa. Aprendía muy rapidamente y ponía todo de su parte para que así fuera.
Sin duda algún día superaría en méritos a su padre. Esa sería el mejor regalo que Kan pudiera hacerle a su anciano padre.
- A partir de ahora me organizaré. Y me podré pequeños objetivos que cumplir. Así cuando los alcanza sabré que he actuado correctamente.
- Sabes como se caminan mil leguas hijo mío?
- No, eso es mucha distancia ¿Cómo?
- Pues paso a paso, mi leguas no son más que muchos pequeños pasos que unidos hacen una distancia descomunal. La única forma de recorrerla es un paso detrás de otro. Si lo hacemos así, dividiendo la distancia a recorrer en noventa días y cada día en ocho horas de camino, y cada hora en sesenta minutos... descubriremos que sólo habremos de dar cinco pasos en un minuto durante tres meses para llegar a recorrer mil leguas. ¿Te parece mucho dar cinco pasos en un minuto?

- No padre!
- dijo riéndose el aprendiz de Samurai - ¡Es muy fácil dar cinco pasos en un minuto! ¡¡¡Mira como los doy!!! - Y levantándose dio cinco pasos, se dió la vuelta y dió otros cinco pasos hacia su padre - Ves diez pasos en un minuto y todavía tengo tiempo para descansar!!!
- Pues de esta misma forma habrás de trabajar querido hijo, poco a poco, organizadamente y sin pausa. Hazlo así y en menos tiempo de lo que crees tendrás tu propio equipo de Siete Samurais!

viernes, 1 de octubre de 2010

El aprendiz de samurai - relato 2-

GOLETAS SAMURAI


Kan escrutó entre los árboles. Su padre Kazo estaba a menos de dos pasos. Un solo salto y estaría encima de él. Aunque Kan no era más que un chiquillo, la sorpresa sería una gran ventaja. Era la hora de la siesta y su padre, el viejo Samurai, dormía plácidamente confiado. Su abdomen subía y bajaba lentamente. Esta vez ganaría el joven aprendiz de Samurai. En ese momento una mano se posó en el hombro de Kan. Era la señal de que había perdido la partida. Pero… ¡No podía ser! ¡Su padre dormía! ¿Qué era lo que pasaba? El inexperto Samurai miró a su espalda y vio a Aki, uno de los Siete Samuráis de su padre.

- Eso no vale – replicó Kan con su orgullo herido – es contra mi padre contra quien juego, tú no tienes nada que ver. – había estado tan cerca de ganar… y sin embargo su padre había vuelto a ganarle. ¡Y esta vez estando dormido! Un estallido de cólera se apoderó de su joven cuerpo de doce años y corrió adentrándose en el bosque mientras su espada katana replicaba contra su armadura.

- Ah! estás aquí hijo mío – susurró Kazo al oído de su hijo – Mi fiel Aki me ha contado lo ocurrido-. Kan sentía la suave y cálida mano de su padre en el hombro mientras la grave y penetrante voz de su padre calaba en sus pensamientos.

- Sí padre, siento haber huido, pero perdí! y eso me indignó!

- Querido Kan, otras veces has perdido y nunca antes te habías alterado de esta manera. ¿Por qué este enfado tan impropio de ti? – Las palabras de Kazo eran tranquilizadoras mientras se sentaba en una frágil rama al lado de su hijo.

- La cuestión Padre es que estabas dormido, y aun así me ganaste. Al principio no quise reconocerlo. Pero la verdad es que da lo mismo que fuera tu mano o la de Aki la que me tocara. A efectos perdí igual. Y eso me corroe. – Los ojos de la joven promesa Samurai irradiaban un pesar que caló en el corazón de su padre.

- Hijo mío. ¿Y qué has aprendido de este percance?

Los ojos de Kan se clavaron interrogantes en su padre. ¿Aprender? Había algo que aprender… sí había algo, pero todavía le resultaba muy lejano, podía sentirlo pero no sabía exactamente lo que era.

- Ah! Mi querido Kan, te queda tanto por aprender… y prometes tanto – Los ojos del viejo Samurai reflejaban un orgullo imposible de esconder, había visto que el pequeño Samurai empezaba a ver la luz y decidió ayudarlo – Te contaré una historia que te sacará de dudas:

“”"Existieron una vez, en unas tierras muy lejanas al, Oeste, más allá de las fronteras de Nuestro Imperio, dos pescadores de Ostras llamados Stauros y Giorgos. Stauros tenía mucho éxito, pero Giorgos no podía casi mantener a su familia. Un día Stauros se ofreció a bucear con Giorgos para ayudarle.

Fueron los dos juntos a la playa y Giorgos buceó hasta el fondo de un mar de aguas cristalinas y suaves. En el fondo encontró una gran ostra grande y fuerte, con unos brillos llamativos y pensó “esta ostra me hará rico!”, así que cogió con su cuchillo esa única ostra y se la llevó a la superficie con mucha calma y cuidado. Apenas pudo llegar a la playa y sentarse sobre su blanca y fina arena cuando sacó su cuchillo y empezó a abrir la ostra para recoger su perla.

Stauros, extrañado de que su amigo saliera tan pronto del agua salió también del agua y mirándolo extrañado le preguntó “¿Por qué has salido tan pronto?” y al ver la ostra en las manos de Giorgos le dijo “¡Has desperdiciado toda esa energía para coger sólo una ostra!” “Sé lo que hago” le contestó Giorgos “tengo un presentimiento con esta ostra. Tiene algo especial”

Stauros observó en silencio mientras Giorgos abría la ostra ¡Dios mío!, no había perla en la ostra! Giorgos cerró la ostra con cuidado y comenzó a acunarla entre sus cálidas manos…

“¿Qué haces ahora?” preguntó Stauros

“Creo en la ostra” respondió obstinadamente Giorgos “Si la cuido y la mantengo caliente, quizás acabe haciendo una perla para mí, por gratitud”

Negando con la cabeza ante la obstinada actitud de Giorgos, Stauros se marchó a sumergirse en las cálidas aguas del mar. Se estaba haciendo tarde y necesitaba trabajar. Así mientras Giorgos cuidaba su ostra especial meciéndola entre sus brazos, Stauros buceó solo y metió 100 ostras en su cubo, después subió a la playa y fue abriéndolas una a una. Cada ostra que no tenía perla la devolvía al agua.

A la caída del Sol Giorgos continuaba meciendo su ostra vacía. “¿Ha habido suerte?” preguntó Giorgos “Sí” contestó flamante Stauros “He tenido que devolver al mar a noventa y tres ostras. Sin embargo siete tenían una perla dentro. Esta noche llevaré a mi mujer a la taberna para celebrarlo!” “Stauros. ¡Siempre tienes suerte!” Suspiró resignado Giorgos acunando entre sus brazos su ostra vacía.”"”


Cuando cesó la suave voz del viejo Samurai, en la imaginación de Kan todavía vivían los dos pescadores de ostras. Kazo guardó silencio esperando que la sabiduría impresa en la vieja historia de los pescadores de ostras se asentara en el cerebro de su joven hijo.

- Padre, creo que entiendo la historia – dijo por fin Kan – pero no acabo de ver que relación tiene con que me ganaras.-

- Expresa tus pensamientos en voz alta hijo, así podré -ayudarte.

- El fallo de Giorgos era confiar su fortuna a una sola ostra, en vez de buscar entre muchas como hacía su compañero. Stauros recogía muchas ostras, y sólo se quedaba con las que tenían perlas. Del resto se deshacía. Por eso era mas afortunado que Giorgos ¿No es así padre?

- No hijo – corrigió el viejo Samurai – Stauros no era más afortunado que Giorgos, sólo conocía su oficio mejor. Igual que yo conozco mejor el nuestro que tú. La sabiduría de Stauros estaba en recoger muchas ostras y en acoger sólo a aquellas que tenían una perla dentro. También era sabio al devolverlas al mar, pues esas mismas ostras más adelante, quizás al año siguiente tuvieran dentro una ostra que recoger. ¿La entiendes ahora?

- Sí, pero sigo sin ver la relación con nuestro juego padre.

- Querido Kan, se te ha pasado un detalle. ¿Cuántas ostras con perla encontraba Stauros?

- Siete… – de repente un rayo de comprensión surcó los ojos del joven aprendiz – ¡Claro! Ahora lo entiendo! Siete ostras y siete Samurais. Cada ostra es un Samurai, un guerrero con características únicas de los cuales sólo hay unos pocos entre cientos.

- Lo que me quieres decir es que la fortuna de Stauros estaba en tener a siete perlas… a Siete Samuráis ¡No me estabas hablando de perlas! – Kan lanzó una mirada acusadora a su anciano padre que le había tendido una sutil trampa – Giorgos no poseía fortuna por que perdía el tiempo con ostras vacías mientras que Stauros supo encontrar a sus Siete Samurais, a sus siete ostras con perla entre un mar lleno de ostras sin valor. Se quedó sólo con las siete ostras que realmente eran especiales y tenían perla, las cuales representaban su gran fortuna por poseer un equipo perfecto. Y al resto de ostras sin valor las devolvió al cálido mar porque no estaban lo suficientemente desarrolladas para tener perlas todavía y debían madurar-.

- Correcto hijo – aprobó el padre orgulloso

- Sin embargo – Cortó el aprendiz entusiasmado – lo más importante de la historia es que la fortuna no viene por la fe, se alcanza solo por medio del trabajo duro y la persistencia.-

- Exacto! Kan, hoy te has ganado postre extra!

- Pero padre, no acabo de ver la relación… estoy de acuerdo de que no existe mayor fortuna que contar con tu equipo de Siete Samuráis… pero que tiene que ver eso con nuestro juego.-

- Lo que quiero decirte hijo, es que la mayor fuerza, hasta para un Samurai no está en su propia habilidad ni en su fuerza, ni en el afilado filo de su espada. Su verdadera fuerza está en su equipo. Hoy ha sido la prueba. – Los ojos de Kazo reflejaban un infinito amor hacia su hijo – Hoy has sido tú quien inofensivamente me ha atacado mientras dormía, pero otro día puede ser otra persona con mucho peores intenciones que tocarme en el hombro. Aunque ese día llegue, yo podré seguir durmiendo tranquilo, porque sé que tengo a Siete Samuráis que me ayudan día y noche, aun cuando yo descanso-. Kan por fin comprendió, le había costado un disgusto, un enfado y una historia pero al fin comprendió. La verdadera fuerza de un Samurai está en el trabajo en equipo. Un Samurai solo es difícil de abatir. Pero Siete Samuráis ¡PUEDEN MOVER EL MUNDO! De repente una idea surcó por su cabeza.

- Padre! – dijo entusiasmado – ¿Puedo yo empezar a formar mi propia guardia de Siete Samuráis?

- Claro hijo, para eso te he contado esta historia.

- Sin embargo, todavía no soy un Samurai de verdad, sólo soy un aprendiz… – dijo mientras miraba una hoja caída en el suelo – ¿Cómo voy a formarlos si aún no se yo mismo?

- Es cierto que todavía no eres un Samurai en toda regla. Lo que sí eres es un aprendiz y como tal conoces secretos que puedes enseñar – Explicó paciente el padre – Cuando yo empecé a enseñar a Aki, sólo era un aprendiz como tú. Yo le enseñaba día a día lo que sabía e iba aprendiendo. Nos adentramos juntos en el camino de la vida por el sendero del Samurai. Después más Samuráis se fueron uniendo a nosotros y juntos les enseñamos. Poco a poco pasamos de ser dos a ser un ejército invencible de Samuráis. Tú debes hacer lo mismo. Es tu tarea como Samurai ¿Lo harás?

- Padre, yo quiero ser un Samurai como tú. ¡Claro que lo haré! Y un abrazo selló su pacto.